diana
Muchas frases no tan ciertas
se dicen frecuentemente
y sin ser las mas correctas
se pronuncian ciertamente.

Otras por salir del paso
o evadir las situaciones
se disculpan según caso
con miles de pretensiones.

Si usted requiere llamar
por ejemplo a un empleado
no tardan en contestar
“es que el jefe está ocupado”.

O si en entidad cualquiera
con gran premura pretende
tramitar un documento
le dirán que “en un momento”

Pero pronto algo falló
y en aras de la eficiencia
le dirán con displicencia
que “el sistema se cayó”.

A quien es el oferente
o también al festejadoe
se le escucha muy frecuente
que “no estaba preparado”.

Y si encuentra un conocido
en la calle, de ocasión
no demora dar cumplido
como frase de cajón.

“Qué milagro, es un placer
verte de nuevo mi amigo
dime cuándo ha de ser
que almorzaré yo contigo”.

“Un día de estos” es respuesta
que se suele prometer
y esta peculiar propuesta
nunca se va a cometer.



Si de una cita se trata
No hay disculpa en el retardo
“se me pinchó la llanta”
otra mentira se canta.

Con este mal proceder
que la costumbre tolera
nunca vamos a tener
una relación sincera.

Por eso en otra ocasión
que la disculpa requiera
apliquemos en razón
nuestra manera sincera.
diana
Sentí que estaba triste
mi estrella iluminada,
porque una noche en cierto
yo quise perseguir,
a una fugaz estrella
que en el cielo danzaba,
y en su estela llevaba,
mis ansias de partir.

Sentí que estaba triste
porque su luz de siempre,
en la estrellada noche
de pronto se opacó,
fueron muchas estrellas
que en lluvia aparecieron
y muchas las miradas
que el cielo concertó.

Quise correr, es cierto,
tras la fugaz estrella,
quise seguir su estela
de luz resplandeciente,
y en busca de ese anhelo
no percibí en el cielo,
la luz que mas brillaba,
el esplendor que amaba.

Mi estrella iluminada:
no se por qué presiento
que cuando emprenda el vuelo,
tú me darás el rumbo
para encontrar mi cielo.
diana
LAS ONCES BOGOTANAS

Clemencia, amiga querida,
es cachaca ,bien hablada,
juiciosa , muy comedida
y en español muy versada.

En todo su trasegar
por la charla compartida,
convino en averiguar,
una cosa no sabida.

Cómo las onces llegaron
a nuestra mesa servida
y en costumbre se quedaron,
para siempre, de por vida.

Según encontró en lecturas
sobre el tema que contó,
la culpa la tuvo un cura
que de tragos se pasó.

El frío llevó a los padres
a probar el aguardiente
y en vez de pedir directo,
”un once” fue lo correcto.

El motivo de este nombre
se debió a las once letras
que el aguardiente tenía
y que a nombrarlo temía.

De ahí nacieron “las onces”
como vocablo y concepto
y en costumbre bogotana
ya por siempre se aceptó.

Hoy las onces se convidan,
En refresco, a media tarde,
con queso, pan, mantecadas
y galletas indicadas.

Pero en este gran convite,
es preciso recordar
a quién entonces invite,
que no se vaya a olvidar.



Que el cachaco bogotano,
siempre suele recibir,
al comensal como hermano,
y su pan da a compartir.

Nuestras onces bogotanas,
por eso se quedarán
y como costumbres sanas
ya siempre perdurarán.